FIL-692 Seminario sobre problemas filosóficos 2

Crítica y crisis de la democracia en perspectiva transnacional Ciro Alegría Varona

El seminario se propone desarrollar la teoría crítica de la democracia que recibimos de Arendt y Habermas y ha sido actualizada recientemente por nuevas formas de kantismo político como las de Forst y Karatani. Para ello, revisaremos algunos importantes intentos de explicación de los desafíos que afronta la democracia en América Latina, en especial a través de las obras, ya clásicas, de Cotler, O’Donnell, Linz y Stepan.

La historia de las democracias contemporáneas está llena de esfuerzos de construcción de la nación, que es una idea política clasicista referida al antiguo demos. En los países que fueron colonias esta meta colectiva de que un conjunto de poblaciones se conviertan en una nueva versión del demos es especialmente difícil de alcanzar. Las causas principales de esta dificultad están, según importantes estudios sociológicos, en el  predominio del capital internacional aliado con instituciones locales jerárquicas y autoritarias. La construcción de la democracia se ha entendido, al menos en los casos de Peru y Brasil, como la construcción de una nación, es decir, una comunidad política cuyos miembros comparten substancialmente ciertos fines y valores. Ello se ha intentado en el siglo XX por dos vías principales: 1) la mediación corporativista de los conflictos entre clases sociales y 2) la política redistributiva y de mejora de las condiciones de vida de la mayoría. Nada de ello ha impedido que el Estado sea cada vez menos político y más tecnocrático. El rasgo distintivo del orden colonial, gobernar no por asentimiento político (Arendt) sino a través del control de las condiciones necesarias para la vida de las poblaciones (Foucault), parece que ha venido para quedarse. La actual crisis de legitimidad de los representantes políticos y de los partidos parece no tener solución. Las mediaciones corporativa y distributiva no impiden el ahuecamiento de la democracia.

La concepción de la democracia que sostiene que ella consiste esencialmente en desarrollo social y económico acompaña a estos fracasos y se adorna con ellos, los lleva encadenados a su carro triunfal. Esta concepción desarrollista de la democracia siempre se ha referido a una serie de condiciones socioeconómicas que, una vez conseguidas, son suficientes para que florezca la ciudadanía y la justicia social, como sucede supuestamente en los países desarrollados. Pero los innegables logros de la cultura, la educación, la ciencia, la moral universalista y la democracia en esos países son atribuidos falsamente al desarrollo socioeconómico. La paz doméstica e internacional aceitada con la constante concentración de riqueza en el mercado industrial y tecnológico global es una cosa, y la democracia, otra. La vaciedad de la política desarrollista, que es la misma vieja vanidad de la construcción de la nación mediante el corporativismo y la redistribución, es tan real en los países ricos como en los pobres, sólo que en estos salta a la vista lo que permanece oculto por la riqueza en aquellos. La genuina cultura democrática de Europa y los Estados Unidos no acepta tal mezcla con concepciones desarrollistas, consiste más bien en una tradición crítica.

A través de un análisis de estudios detallados sobre los procesos políticos contemporáneos en Latinoamérica – Cotler, O’Donnell, Stepan, entre otros  – se puede mostrar que el colonialismo institucionalizó un orden social que conecta la explotación capitalista con el abuso de la reciprocidad. Este orden social institucionalizado no puede corregirse simplemente con la aplicación de la igualdad de derechos básicos y la instalación de estructuras distributivas más igualitarias que garanticen condiciones mínimas de desarrollo personal y social a individuos y colectividades. Ambas políticas pueden realizarse sin democracia y de hecho se aplican en el elemento tecnocrático del manejo de las necesidades de la población.

Es tiempo de pasar a una forma de crítica social directa que pregunte por la justificación en cada forma y nivel de la vida social. Para captar los discursos sociales efectivos a los que debemos dirigir la crítica, tenemos que referirnos a la reciprocidad institucionalizada de manera formal e informal. La reciprocidad se estanca en instituciones que sirven a valores éticos substancialistas y  pretenden justificar privilegios. El desafío es hacer fluir de nuevo la reciprocidad (Sahlins, Gouldner) a través de nuevas instituciones informales y formales. Ello de hecho está aconteciendo. Con este punto de vista se inaugura una crítica de las instituciones informales a partir de su propia dinámica bajo condiciones modernas. La exclusión formal no es el mayor problema. La exclusión más recia e insidiosa es la que opera mediante instituciones informales de reciprocidad. El abuso de la reciprocidad yace en el fondo de la explotación transnacional.

  1. Vetas de una concepción crítica – y transnacional – de la democracia:
Arendt, Qué es política. Condición humana. Sheldon Wolin. Habermas. Facticidad y validez: democracia deliberativa. El discurso filosófico de la Modernidad. Forst. First Things First. Justification and Critique. Karatani. Transcritique. Beyond Capital-Nation-State.
  1. Desarrollismo y neoliberalismo: la emancipación encadenada al crecimiento. Nussbaum. “Non-Relative Virtues: An Aristotelian Approach”. Foucault. Naissance de la biopolitique. Collège de France 1978-79. Arendt. Orígenes. Colonialismo.
  2. Nation-building, corporativismo y tecnocracia redistribuidora en América Latina.
Cotler, Clases, Estado y Nación en el Perú. O’Donnell. Modernization and Burocratic Authoritarianism. Democracia delegativa. Alfred Stepan y Juan Linz – democracias y burocratismos
  1. Democracia como crítica transformadora.