Tradicionalmente se ha leído el diálogo Pármenides de Platón como una obra de crítica y revisión de la Teoría de las Ideas tal y como aparece expuesta en los diálogos del período intermedio en el desarrollo del pensamiento del filósofo ateniense (Fedón, República). Tomando en cuenta la relación entre forma y contenido se pretende revisar esa posición y más bien ver el estrecho vínculo entre este diálogo y ese período. Hay, pues, que examinar detalladamente la versión de la Teoría de las Ideas que se examina en la primera parte del Parménides y su relación con la teoría del período intermedio. Para ello debe tenerse en cuenta que este diálogo es el único en el que Platón examina directamente esa teoría, mientras que en el período intermedio sólo se recurre a ella como parte de un examen de otros temas, tales como la justicia y la inmortalidad del alma. Paradójicamente, entonces, parecería que allí donde Platón por primera vez plantea como tema su Teoría de las Ideas, la somete a una crítica tan devastadora que también se ve en la necesidad de someterla a una total revisión. Todo ello contrasta con la afirmación de Parménides de que quien abandone esa teoría “no tendrá adonde dirigir el pensamiento” (135c). Si se toma en cuenta esto, hasta se podría pensar que Platón, dada la semejanza de sus argumentos con los que Aristóteles ofreció en su contra, habría contado con una defensa de su teoría ante ambas críticas. ¿O tal vez la crítica del Parménides platónico tanto como la del Estagirita se refieren a una versión de la teoría en cuestión que no es la auténticamente platónica? Si se quiere hacer justicia de la exigencia autoimpuesta de Platón, de que un discurso escrito con arte debe integrar la forma y el contenido, una lectura actual del Parménides no puede prescindir de estos aspectos de su obra.
Sin embargo, planteada de esta manera, la lectura del diálogo se restringiría a su primera parte sin tomar en cuenta el “ejercicio dialéctico” que Parménides le recomienda al joven Sócrates si quiere “dar con la verdad y adquirir inteligencia de ella” (136e). Asi pues, una de las mayores encrucijadas eran el estudio de Platón es el sentido de la segunda parte de nuestro diálogo, el denominado “ejercicio dialéctico”. Ya en la Antigüedad se le entendía de las más diversas maneras. Proclo se refiere a cuatro diferentes tipos de interpretación que van desde las que lo consideraban como un mero ejercicio lógico formal o con el propósito de refutar la postura eleática, hasta las que ven en ella la cumbre de la metafísica como la lectura neoplatónica o una fundamentación de la teoría de las Ideas. La respuesta a esta pregunta depende en gran parte de la manera en que se entiende la relación entre la Teoría de las Ideas del joven Sócrates expuesta en la primera parte y el ejercicio dialéctico propuesto por Parménides y desarrollado en la segunda parte. Es, pues, fundamental tomar en cuenta la exigencia autoimpuesta por Platón (Fedro) de establecer la unidad del conjunto.
Evidentemente que se planteará también la cuestión acerca de la medida en que el diálogo podría dar respuesta a cuestiones planteadas en diálogos anteriores (la naturaleza del Bien, las causas del mal) y se examinarán algunas de las posiciones que ha influido a lo largo de la historia.